El tío Jero
En realidad es el tío de mi madre,
el hermano mayor de mi abuelo. Toda la vida se han dedicado a trabajar la
tierra juntos.
Cuando a mis padres les tocaba trabajar,
yo siempre me quedaba encasa de mi abuelo. Mi abuelo y yo íbamos a verle todas las
mañanas y siempre les ayudaba a limpiar el tractor por dentro y por fuera,
siempre les preguntaba si me dejaban apretar los tornillos y las tuercas del
tractor porque era lo que más me apasionaba y ellos sí que me dejaban.
Los tres juntos íbamos al taller por
las herramientas, no era un lugar muy grande ni muy colorido pero bastaba para
guardar las cuatro herramientas que nos hacían falta.
Cuando terminábamos, la mujer de mi
tío, Isabel, siempre nos decía que entráramos a tomar una pasta y un café.
Un día fui con ellos a arar sus
tierras ya que nunca había ido y me moría de curiosidad por verlo. Yo estaba en
el coche observando cómo lo hacían. De repente vino mi tío y me dijo que
montara con ellos. Cuando estaba en el tractor me dijo mi tío que condujera,
pero yo no quería porque pensaba que nos íbamos a estrellar contra un pino.
Cuando llegaron mis padres de
trabajar yo estaba muy contento y les conté todo lo que habíamos hecho juntos
ese día.
La semana siguiente volví a visitar
a mi tío. Al llegar, Isabel me ofreció unas pastas y un zumo, allí me senté en
la mesa camilla del comedor con ella y le pregunté dónde estaba el tío Jero. Me
dijo que reparando el tractor. Entonces, terminé mi merienda y fui corriendo a
verle para echarle una mano.
Cuando llegué al taller allí estaba
con sus manos llenas de grasa haciendo lo que más le gustaba: limpiar su
tractor. Le pregunté cuándo iban a plantar su nuevo viñedo y me dijo que
faltaban dos días para plantar diez hectáreas, que tenían al lado de la ribera
cuando en realidad quedaban diez días, como me había comentado la semana
anterior.
Cuando plantaron el nuevo viñedo
les ayudé a poner palos y conejeras a las cepas, pero yo observaba a mi tío y
los estaba poniendo mal.
Al llegar a casa se lo comenté al
abuelo y me dijo que al tío le ocurrían cosas raras, le pregunté qué cosas
raras le pasaban y me respondió que se le olvidaban las cosas.
Mi abuelo me pidió que le ayudara a
olvidar las cosas más lentamente y le prometí que le ayudaría en todo lo que
pudiera.
Dos días después yo fui a visitar a
mi tío, y le pregunté si recordaba cuándo jugábamos al fútbol. También le
pregunté cosas de cuando era pequeño y jugaba con sus hermanos, pero él no se
acordaba mucho, se me hizo tarde y me quedé allí a dormir con ellos.
Al día siguiente cuando nos
despertamos, fuimos a la nueva viña para regar las cepas. Al terminar, me llevó
a otro majuelo que tenía cerca de allí. Me enseñó un racimo de uvas y me dijo
que me comiera unas uvas, estaban amargas y puse una cara muy extraña y él se
empezó a reír de mí, me puse muy contento de verlo así, hacía mucho tiempo que
no le veía tan feliz.
Todos los días por la tarde, él
salía con el tractor a ver sus fincas. Al anochecer él regresaba a casa, mi tía
Isabel siempre le esperaba para cenar juntos.
Uno de esos días él no acababa de
llegar a casa y era muy tarde. Mi tía, nerviosa, llamó a mi abuelo para saber
si estaba con él, mi abuelo le dijo que no. Se comunicó a toda la familia que
no aparecía y toda la familia salió a buscarle por sus tierras y por el río ya
que la viña de la ribera está próxima al río, pero allí no estaba.
El nerviosismo iba aumentando con
el paso del tiempo. De repente, a las tres de la mañana, llama la guardia civil
para preguntarles que si conocían a un señor llamado Jerónimo. Ellos les
dijeron que sí.
La guardia les comentaron que
Jerónimo se encontraba en Ávila con el tractor. Se había hecho de noche y no
sabía encontrar el camino de vuelta a su casa hasta que paró a preguntar.
Ellos les comentaron a mis pades
que se hiciera una revisión porque no sabía como había llegado hasta allí.
A la semana siguiente, ya todos más
calmados, le llevaron al médico, y los médicos le diagnosticaron alzheimer.
Por la tarde cuando llegaron y me
lo hicieron saber, les pregunté qué era eso del alzheimer y ellos me dijeron
que era una enfermedad que hacía olvidar las cosas poco a poco y no tenía cura.
Yo me puse muy triste: quién me iba a contar ahora como arreglar el tractor o
cuidar sus tierras.
Sigo yendo con mi abuelo a
visitarle, en el tractor ya no se monta, y nos vamos a tomar un mosto con él al
bar de la plaza.
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